Mata-dero, palabra con poder

El poder que ejercen las palabras lo alteramos a veces nosotros con intención. Otras, no. Se bastan ellas solas para manejar a voluntad nuestras emociones.

La frase “Fulano es imbécil” nos advierte de alguien que es un poco lelo y corto de entendimiento. Pero basta un “Fulano es im-bé-cil” para que el aludido adquiera un nivel de necedad superlativo y su inteligencia se desmorone.

Siempre he pensado que estas impresiones se deben a que las palabras conforman una especie de índice de nuestra memoria, donde cada una de las significativas lleva asociados dos archivos multimedia; uno con recuerdos y otro con emociones asociadas a los mismos. Ver la palabra se convierte así en pulsar un botón de “play”. De manera que cuando aparece ante nosotros una palabra desmembrada, la memoria nos devuelve un “archivo no encontrado”. Esto desconcierta bastante y nuestra razón crea un contenido nuevo para que siempre haya retorno ante una nueva petición.

Esta facultad que tienen las palabras es bien conocida por los creativos de publicidad, preparando los archivos de recuerdos y emociones asociadas cuando nos enfrentan por primera vez a una palabra que pretenden alterar su significado.

Mata-dero

Logotipo del Matadero de Madrid, un espacio abierto para favorecer el encuentro y el diálogo de los creadores entre sí y de estos con el público. Unas naves industriales, que durante años fueron centro para sacrificio de ganado, se reconvierten en espacio de creación y muestrario del arte más actual. El logo intenta asociar aquel recuerdo con una nueva emoción al presentarse como “Mata-dero”. La fotografía intenta crear un tercer registro fundiendo los anteriores.

Carlos Aguado

Publicado en el nº 23 de la revista Ágora Pinto

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